domingo, abril 02, 2006

Tengo una cita

Como se habrán dado cuenta, anduve encantada leyendo a Mempo Giardinelli este verano y acá traigo una cita que, de generosa nomás, comparto. Y lo hago porque al leerla me pensé hija de mi padre y recordé a mi papá leyéndome al don Juan de Castaneda y tirándome el I-Ching y haciéndome las Flores de Bach en su época más mística; y poniendo sus discos de jazz que yo escuchaba desde mi habitación; y un tiempo antes, llevándome los sábados a la avenida Corrientes a pasarnos horas, cada uno en su sección favorita de la librería Fausto, o cualquier otra, para elegirnos un (UN) libro de entre todos los deseados y comprarlo. (Así, yo leía feliz un montón de porquerías, cuentos de misterio que se solucionaban leyendo el final con un espejo y etcétera.) Lo recordé enseñándome a multiplicar, cosa que todavía no nos habían enseñado en la escuela, y también me acordé de su cara al jurarme frente a un enorme plato de pescado que bueno, que no coma, pero que ya me iba a arrepentir cuando creciera de nunca haberlo probado. Recordé todo eso, que es lo que pasa por mi cabeza cuando le hablo de mí y de mis cosas y le agarra la narcolepsia, es decir, se le van cerrando los ojitos sin previo aviso y se duerme, tan de a poco, tan así nomás, tan naturalmente como cuando al anochecer íbamos por una ruta casi siempre recta y aburrida y solitaria y yo contaba chistes verdes (algunos de Jaimito) y gritaba “¡Curvaa!” cuando por casualidad aparecía una y me hacía la canchera y me reía para despertarlo y espantar mi miedo de irnos al carajo en cualquier súbito momento de ensoñación paterna. Pero tan impunemente lo hace, que me da pena antes que bronca y entonces chasqueo fuerte mis dedos frente a su nariz para que pegue un saltito y diga “uy, estoy molido”. También me pensé hija de mi madre y de todas sus peripecias a escuelas, médicos y dentistas, y luchas contra el glacé que nunca llega al punto para la cobertura de la torta de Pantera Rosa, y piojos combatidos a tijera, uña y vinagre, y silencios y trenzas que no me hacía para quedarse sentada mirando el ropero (en realidad miraba al vacío, pero yo creía que era el ropero), y de su esfuerzo por decir algo coherente cuando le pregunté a los nueve años, muy compungida y preocupada, si “a ese señor” que vendría a ser su novio, “¿ya le mostraste las tetas?” La recordé algunos años después lavando los platos, fijando la vista en la espuma derramándose sobre los vasos para contarme lo justo, ni más, ni menos, acerca de coger por primera vez (iba a poner “perder la virginidad”, pero como creo que en realidad antes que perder lo que sucede es que una gana, prefiero rozar la ordinariez y poner coger, mal y pronto si se quiere, como ya es moneda corriente en este bloGG). La oí además tratando de relajar la preocupación de mi papá que pensaba que a los doce años íbamos a aparecer las dos nenas embarazadas y quién sabe además drogadas, y por eso nos compró un libro graciosísimo, ochentoso y rosado, sobre la sexualidad de la mujer y, al menos una vez a cada una, nos dio vuelta los brazos a ver si encontraba pinchazos de jeringas. (¡Uy, volví a papá!).

Pero al releerla además me pensé madre –cosa que todavía no soy y quién sabe si hay un futuro en ese “todavía”. Y de haberlo, voy a venir acá y voy a leer esta cita –en realidad, un extracto. Se trata de Pedro (¡otra vez el chaqueño!) en una carta a su hermana (¡otra vez una carta!) Acá van algunos fragmentos:

“Querida hermanita:
[...] Anoche vinieron unos amigos a cenar, les hice una fondue de queso que se relamieron los dedos, y después se armó una charla fenomenal porque todos andan buscándome novia pues dicen que ya me pasé de misógino con tantos años de separado sin volver a hacer pareja. Eso no es cierto, porque el hecho de que uno no tenga pareja estable no significa más que eso: que uno no tiene y etcétera, etcétera. Pero parece que pone nerviosos a los amigos. Y a las mujeres de los amigos [y a la familia, digo yo], como una chica que se llama Citlali, que en lengua náhuatl quiere decir Estrella y quien me preguntó «oye y tú, a ver dime, ¿qué es lo que quieres de una mujer?» y se sentó con las piernas abiertas y cigarrillo en mano como para no admitir respuestas elusivas ni ligeras. Yo le contesté que bueno, que quién soy yo para «querer» de una mujer, ¿no? ¿Qué cuál era la pregunta? ¿Cómo quiero que sea una mujer conmigo, qué deseo que me dé? ¿Y quién soy yo para exigir que una mujer me dé esto o lo otro? Apenas puedo decir «espero», «creería bueno», «me parecería interesante» que la mujer simplemente sea lo que puede y quiere.
“Hoy para mí esto es una cuestión ontológica. Y me di cuenta anoche, la verdad. Porque mis amigos se fueron y yo me quedé pensando en mis hijas, ¿sabés? He procurado darles una educación pero entendiendo por tal mostrarles un sentido de la vida. Una estética para vivir, [...] Quiero inculcarles una ética privada que yo tengo y que me gustaría que ellas advirtieran. Educación en el sentido de ofrecerles oportunidades, en el entendido de que todas están a la mano y sólo dependen de su voluntad, de su esfuerzo y de su decisión. He tratado de enseñarles que todo es posible para ellas, pero no porque son mujeres sino porque son personas. Porque no son gallinas ni moscas, como diría Cortázar, y porque han tenido la fortuna de alcanzar el más alto escalón de la variedad biológica. [...] Te acordás cuando frente a los negativos, los imposibilistas, los nietzscheanos que siempre se oponen a todo y son capaces de devaluar cualquier idea, él decía bueno, muy bien, entonces si no podemos transformar la realidad al menos déjenme soñar con las transformaciones.
“Tantas cosas que uno quiere enseñar a los hijos. A vos también te ha de pasar. Lo hacemos aún sabiendo que ellos después van a ignorar nuestras enseñanzas. Como lo hicimos nosotros cuando éramos solamente hijos. [...] Pero es inevitable que uno de todos modos transmita los modelos que cree válidos. Uno cree en ellos, para decir verdad, porque son los únicos que tiene, los que fue encontrando, los que quedaron luego de infinitos descartes inconscientes. No hay prueba y error, hermanita, sólo vocación de continuidad, que eso es la paternidad. Yo a mis chiquitas he tratado de enseñarles todo esto y mucho más, y lo hago cada día, cada tarde, cada noche que pasamos juntos. [...] no te imaginás cuánto tiempo estoy yo con mis nenas. Yo no soy de esos padres domingueros que dedican un domingo cada tanto con sus hijos y no saben qué hacer con ellos más que aburrirse juntos en un parque o tomando helados. Yo estoy muchísimo con ellas, las llevo y las traigo, las busco en el colegio, las depiojo, les hice agujeritos en las orejas para los aretes cuando ellas me lo pidieron, les organizo sus fiestas de cumpleaños, las llevo a jugar con sus amiguitos, y al pediatra, a natación, a estudiar piano, guitarra o lo que quieran, carajo, todo esto le dije anoche a Citlali, cómo es eso de «querer» de una mujer, a mí lo que me importa es que mis hijas sean lo que quieran y sepan ser, y esto implica ser libres.
“[...] Pero a veces creo que han salido mucho más a Laura que a nosotros... [...] Por eso mismo me empeño en enseñarles siempre lo diferente. Por ejemplo, parece mentira que soy yo el que les enseña que su sexo es hermoso y deben saber disfrutarlo y con orgullo. Fijáte que el otro día me dice Miranda [...que...] «Mamá no duerme con Ricardo. Son novios pero no duermen juntos hasta que se casen.» Me envenené, Alber. Agarré el teléfono y le rajé una puteada diciéndole que cómo les mentía de ese modo a las crías, si acaso tenía vergüenza de coger sabroso o qué le pasaba, y que por favor les dijera a sus hijas que sí dormía con Ricardo y con otros, y que coger no tiene nada de malo y es lindísimo y no es pecado, y te juro que me pongo verde de la rabia, me tiembla el pulso de sólo acordarme.
“Por mi parte, [...] tuve que aprender que no hay promesa de reinos por conquistar sino sólo el maravilloso, contradictorio, mutante y exquisito reino de este mundo. [...] Un mundo en el que todo puede decirse, pero sobre todo debe decirse. [...] No hay convención social ni familiar que justifique el silencio: ni el piadoso ni el cobarde ni el agresivo. Y entonces siendo mujeres en un mundo machista, su labor principal ha de ser, probablemente, aprender a romper el silencio. ¿No te parece que cuando la mujer hace silencio es insoportablemente machista, aunque no lo sepa?
“Y claro, yo no sé si mis hijas entienden esto, ni si lo entenderán algún día. ¿Cómo lograr que la idea de que la dignidad no es igual a la soberbia, o de que el orgullo es mala hierba, no sean sólo frases? ¿Vos sabés la fórmula, querida? ¿Cómo transmitirle seguridad a mis hijas, a tus hijos, cómo, de qué manera si nos hemos debatido en la inseguridad, si andamos a tientas, si apenas al borde de los cuarenta años empezamos a darnos cuenta de que el único antídoto contra la inseguridad es la búsqueda, pero para buscar primero hay que superar todos los miedos y a la vez hacerse cargo y ser responsable de ellos y convivir y llevarlos con uno?
“ [...] la verdad es que no quisiera hablar de la mujer ni del varón. Quisiera simplemente hablar de ser persona. O sea de la integridad. Yo quiero eso: que cada uno sea como pueda, como quiera, como sepa. Y como le hayan enseñado, desdichadamente.
“Estoy, sí, en el terreno de las conjeturas y eso es riesgoso. ¿Pero no está en estos riesgos, quizá, la potencial respuesta recuperatoria de esa idea tan ajetreada y desteñida: la integridad? ¿Qué integridad le exigimos a otros, y tan luego a nuestros hijos, si nos criaron desintegrados, atomizados, mentidos, disgregados, parcializados, en una perfecta y demente dialéctica de buenos y malos (pienso en la Nona), de verdad y mentira (pienso en las tías), de amor y de odio (pienso en mamá...), de aprobación y rechazo, de absolución y culpa, de levedad y peso, de filo, contrafilo y punta (y pienso en la Argentina, Alberta, querida), de qué integridad hablamos?”

(Mempo Giardinelli, El Santo Oficio de la Memoria, Ediciones B, págs. 263-267.)

1 Comments:

Blogger Lady V said...

PERRA DESCEREBRADA ACTUALIZA EL BLOG!!!!!! TE KIEROOOOO..NOS VEMOS CUANDO DECIDAS DEJAR DE VIAJAR CUAL MARLEY CON LA CARPA ROSA A CUESTAS ;)

viernes, abril 14, 2006 3:29:00 a. m.  

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