lunes, noviembre 21, 2005

M#5

Roda mundo, roda gigante
Roda moinho, roda pião
O tempo rodou num instante
Nas voltas do meu coração

("Roda Viva" -Chico Buarque)

¡Buenas, cuánto tiempo!
Recibí de algunas personas pequeñas quejas acerca de la ausencia de mis marianadas el último mes. No es por falta de tema, por supuesto. Marianadas hay a rolete. Más bien se trata de otra cosa... Encontré un mini cuento de Galeano que me ilustra totalmente en este sentido. Está en el Libro de los Abrazos y se llama “Celebrando la fantasía”. El nombre, en realidad, es lo de menos; no es el título el que me ilustra... para nada, en absoluto, na'quever. Lo digo porque siempre corresponde citar la fuente, pero sobre todo por si alguno ya lo conoce y quiere saltearse el próximo párrafo. Lo cuento como lo recuerdo:

Estaba el narrador, suponemos que Galeano, en unas ruinas en Cuzco, Perú, escribiendo unas cosas en un costadito, cuando un chico todo sucio y con las ropas harapientas, como ésos que salen en las fotos que tanto suizos como porteños nos sacamos sonriendo para demostrar que sí ¡estuve en el corazón de Latinoamérica!, le pidió la birome. El narrador no podía dársela puesto que era la única que tenía, pero le ofreció dibujarle un animalito en la mano. El chico aceptó. No sólo eso sino que cinco minutos después, montones de chicos lo rodeaban a Galeano –supongamos que era Galeano, ¿por qué no?- para que les dibujara un bicho en la mano a cada uno... Al rato, uno de los más chiquitos le mostró a Galeano un reloj, que se había dibujado en la muñeca, y dijo:
-Me lo trajo un tío mío... de Lima.
-Ah... ¿Y anda bien? –dijo Galeano.
A lo que el nene contestó:
-Y... atrasa un poco...

Léanlo que es mejor. Pero para los que no lo conocían, esta reconstrucción sirve. Yo soy ese nene. Me dibujé un reloj en la muñeca y ando por la vida en constante jet-lag. No sólo me descubro despierta cuando todos duermen, si no que trabajo, estudio, canto y mastico a mi ritmo interno. Con los músicos me cruzo, cuando van por el uno yo todavía estoy en el tres del compás anterior. Cuando todos los estudiantes entregan sus monografías, yo sigo pensando si no sería mejor reformular la hipótesis. Mientras todos están en el postre, yo sigo disfrutando el primer plato. Cuando todas ya usaban corpiño, yo todavía jugaba a las Barbies (sí, jugaba con esas deformidades, medio a escondidas, claro.). Cuando por fin me dejé besar por un chico, no les conté a mis amigas porque todas creían que ya lo había hecho, como ellas.
Pero no siempre mi reloj propio funcionó atrasado, a veces también adelanta. Por ejemplo, cuando mis papás se separaron, todos tenían a sus padres juntos (y mucho después se separaron); también aprendí a leer y a multiplicar en mi casa, antes que mis compañeros. Y cuando me fui a vivir sola y ya sabia cocinarme algo, limpiar la casa, arreglar la cadena del baño, pintar una pared, usar el taladro para poner tarugos, rieles y estantes, lijar una madera, negociar con el plomero y disfrutar de estar sola, todos a mi alrededor desconocían el silencio del hogar, el estrés de la mudanza hecha con la sola ayuda de algún ser muy piadoso que de verdad está cuando lo necesitás, el mecanismo de la cadena del baño, el servicio de envío a domicilio de los supermercados, cómo pagar una cuenta en un banco, el placer al encontrar las cosas exactamente donde las dejaste, el atisbo de angustia al encontrar las cosas exactamente donde las dejaste, y la neurosis al no entender cómo no están las cosas exactamente donde las dejaste pero recordar de pronto que tu novio tiene las llaves de tu casa.
Vivo en mi propio tiempo, y es obvio que eso a veces resulta malo, y otras resulta bueno. Aunque, cuando lo pienso, me aterra un poco la muerte, que va a venir a ser como el implacable 113, la hora oficial... el momento de ajustar mi hora a la de la naturaleza...
Bueno, eso si es que la naturaleza es alcahueta y oficialista, si es que mi muerte no está de mi lado... Quiero decir, (leer con atención), así como la sabia naturaleza hizo medianamente coherente mis cejas con mis cachetes, o mis orejas con mi metro setentidós, tal vez mi reloj dibujado en mi muñeca tenga la lógica de mi muerte y la gente y las cosas a mi alrededor tengan o sus propias muertes lógicas o... No, digo... tengan o la lógica de sus propias muertes o la de la dictadura de las convenciones sociales. Habría que ver también qué hay de convención y qué de naturaleza, por ejemplo, en la separación de los padres de mis compañeros: ¿se separan ahora porque antes no era el momento o porque ahora está totalmente aceptado? Y también es discutible lo de “lógica de la muerte”, ¿no vendría a ser lo mismo y mucho menos dramático decir “lógica de la vida”? Con tantas lógicas, me pregunto dónde quedan las famosas fatalidades... en la mano de... ¿Dios?
¡Qué feo tocar un tema así, tan burda y burramente....!
Leí por ahí que en el universo académico de las Letras es medio berreta y bastante grasa citar a Galeano, y ni qué hablar del Libro de los Abrazos... Quedaba mejor hablar del tiempo y de la muerte citando a algún gran escritor que estuviera muerto... Es la lógica del cánon. Pero bueno, ando atrasada con las lecturas y además, me avivé tarde, ya terminé.