sábado, octubre 15, 2005

Separadas al Nacer...

Le robo la sección al suplemento RadaR de Página/12 y les presento este
Separadas al nacer...

¿Maria Rakel? ¿Mariana Rita?

jueves, octubre 06, 2005

M#4

Como cuando nos lastimamos (o nos lastiman) y nos enfermamos, y más que nunca cuando nos morimos, el tiempo de la decadencia y la retracción nos revela nuestra humanidad. El dolor, la desilusión y la sensación de fracaso son síntomas de que el tiempo ha pasado y, si soñabas, ahora ves pasar tus sueños como en una película... en una pantalla, y son los sueños de muchos y la realidad de uno sólo, que claro, no sos vos.
Si a cada minuto estamos más lejos de nuestro nacimiento -que es donde nace también la esperanza- y más cerca de nuestra muerte, supongo que cada vez nos volvemos más vulnerables, más humanos y más miedosos. A los diez años, son pocos los que no aceptarían tirarse en esquíes desde la montaña más alta y nadie tendría novio/a por no sentirse sola/o; a los treinta, hay quien se casa por esa razón y mejor quedarse tomando whisky y mirando cómo nieva que está tan lindo. Parece que tuviéramos tan poco tiempo que lo mejor es preservarnos, y a la vez, que con tanta vida y tanto tiempo no sabemos qué hacer con ellos, sobre todo porque aquí al costado está el abismo ése del sentirse fracasado, que hay que evitar a toda costa.
Pero durante un minuto, un día, un año o veinte, o quizá durante toda la vida -porque también es posible acomodarse ahí y eso es otra historia- , todos caemos en el tiempo de la decadencia, a veces sin darnos cuenta, paulatinamente; o vemos quebrarse en mil gotitas uno -o dos- sueños; o nos golpeamos el dedito del pie en la esquina de la cama, y así de pronto, ya no podemos negarlo: me duele acá, me duele esto... estoy dolida/o. Si nacemos con dolor, ¿por qué la vida debiera evitárnoslo? También llorar hundida en la almohada puede ser un placer. Y puede que no. Pero casi siempre es revelador.

Largo el pelo recogido es el título que elegí para estos fragmentos de "cosas" que recogí y largo aquí, terminando con una poesía.
Se puso "serio y profundo" el bloGG... (¡Ojalá que no!) ¡Disfrútenlo como puedan!


Largo el pelo recogido

Esa chica, la de los brazos tan abiertos y sonrisa amplia y sincera, la de los ojos descansados y vivaces, la del aura de paz y del cuerpo en armónico movimiento. La de los pasos firmes. Esa muchacha. Que mira. Esa hermosa mujer que sabe. Que discierne el tiempo del ataque y el de la defensa, que sabe incluso estar vulnerable, cuando ni el propio llanto la empequeñece ni la debilidad la consume, si no que la hacen más bella y más fuerte, más madura y humana ¡y tanto, tanto más hermosa!

Ahora esa mujer está lastimada.

Ahora están los vicios, los deberes y las culpas. Los platos, la aspiradora. El dinero. Un pañuelo. Las botas. Las llaves. El paraguas. Los ladrones. La vergüenza.

Hay una mujer tapada,
tapando su bikini en la playa.
Tapada de trabajo en la casa,
tapando dolores con esfuerzos.
Tapada de cuentas a pagar.
Tapando la hoja escrita con el codo.
Tapando sus pulsiones, embutida.
Tapada de ideas inconclusas.
Tapando sus deseos con vergüenzas.
Tapando, incluso, sus vergüenzas.
Una mujer y su silencio inquieto.

lunes, octubre 03, 2005

Marianada #3

Tomando el hilo dejado en la Marianada #2 bis, quisiera comentarles que a mí me falta de todo menos huevos. Es decir, tengo un papel firmado y sellado por autoridad competente que dice que tengo un par de ovarios dignos de mención. Esto, perdonen (o no) los timidones, vergonzosos y pudorosos, hay que contarlo. ¿O acaso no hay mucha, pero mucha gente que no tiene idea de en qué consiste una ecografía transvaginal?
Para esos ignorantes del tema (hombres y mujeres) dedico este post.
Hace un par de semanas, ya no podía retrasarlo más, fui a hacerme la bendita ecografía. Cosa que, a pesar de todo, recomiendo porque es muy lindo saber que una tiene un par de huevitos que efectivamente están ahí y que en la pantallita se ven como unas manchas ante las cuales el ginecólogo exclama casi orgulloso: “¿ves? ¡ahí está el izquierdo!”. Es como si vieras un pedazo de tu estómago, o de tu intestino, o de tu pulmón, pero mucho más interesante porque es tu ovario.
Hasta acá todo muy romántico y bello.

Para hacerse una ecografía transvaginal hay que pedir turno. Yo llegué sin, (una Marianada más).
Sin embargo, la chica sonriente de la recepción me dijo “bueno, no importa, llegaste justo porque no hay nadie, si querés te la hacemos ya.”
Y sí, cuanto antes pase por este momento, mejor.
Me salteo toda la parte de los papelitos que hay que firmar y de que pasé al baño antes porque “no te pueden agarrar ganas de hacer pis”. Entré al consultorio, pasé a una cabinita y la chica me dijo: “metéte ahí, sacáte el pantalón y la bombachita, ponéte la bata y esperálo al doctor que ya viene, ¿si?”.
Sí, la maldita bata que se ponen todas. Me la puse y me acosté (como pude, porque no quería esperarlo al médico con las piernas abiertas y los pies en los estribos de la camilla ginecológica y que me creyera una mujer tan fácil). Así que me esforcé, junté los tobillos y apoyé los talones en el borde. Así que ahí quedé, incómoda y por tremenda estupidez... (¡que se la banque, encontrar a una preciosura como yo así entregada y aguantarse como buen profesional...!). Divina. Torcida. Cansada. Ansiosa. Tímida. Patética. Harta. La cuestión que me carcomía el cerebro no era tanto que se trataba de un médicO, sino que para bien del diagnóstico pedido, debía hacerme la eco en mi quinto día de menstruación...

-¡Hola! ¡Cómo te vá!
-Bien. –dije.
-¡Bueno, muy bien, a verrrr....! Uy, ¡no tengo más preservativos! ¡Espérame, eh, yo ya vengo!
El médico estaba más aburrido que un hongo y gritaba para hacerse el simpático. Pero, ¿preservativos para qué? dirán ustedes, diría yo, ¡¿y el “buen profesional” dónde quedó?!
-¡Bueno, listo! ¡Acá estamos, ehhh... -se fijó en la ficha- Mariana... Mari! ¿Listo, Mari? -¡Uy! ¿Mari?- ¿Nunca te hiciste una ecografía transvaginal?
Sí, - le dije- me la hice una vez...

Una ecografía transvaginal es como un encuentro del décimo-octavo tipo con un alien. Es un largo palito, conectado al ecógrafo, al cual se le pone gel en la punta, luego un forro -condón, preservativo- común y corriente y más gel en la punta. Eso te lo “enchufan” en la vagina -la concha, la chichi, la chola, la nutria, la cachufleta, la perseguida- y van moviéndolo, observando y midiendo cada milímetro de útero y de ovario. Al moverlo es cuando te pueden dar ganas de hacer pis si tenés la vejiga llena. Y ahí se queda el médico revoloteándote un E.T. adentro mientras se toma su tiempo –el muy pillo- para hacer el diagnóstico. Como tengo dos pares de ovarios importantes, enseguida tuvimos tema de conversación y mientras yo trataba de entender dónde estaban mis ovariotes en la pantallita, me olvidé que en cualquier momento...
-¡Bueno, Mari, terminamos, eh!
... me sacaba el E.T. de adentro y ahí sí se iba a notar mi quinto día de menstruación.
Pero no... le hubiera sacado una foto -y se las posteaba acá- del médico agarrando el E.T. con su respectivo forro, como si fuera un cazafantasma orgulloso y sonriente para la tapa del New York Times. Pero no, les decía, no salió un torrente de sangre ni mucho menos. No dolió, ni es terrible. Es muy molesto, eso sí, invasivo e incómodo.
En fin, tampoco es nada del otro mundo, sobre todo porque un E.T. seguramente me hubiera hecho ver las estrellas y, en cambio, una transvaginal es otro episodio insignificante más en la vida de una mujer.