Ayer, además de perder una tarjeta de débito –cosa que no
me sucede nunca- al comprar un apunte facultativo en el CeFyL me di cuenta de que me estaban cobrando de más. La cosa fue así: como cada hoja cuesta 10 centavos, lo que hacen es contar las hojas y correr la coma hacia la izquierda.
(Pero antes, para entender el mecanismo de compra: los títulos y autores de los apuntes están detallados en interminables listas publicadas en las paredes del pasillo que se enfrenta al CeFyL ordenados por carrera y materia. El trámite consiste en anotar en un papelito el código de ese apunte que consta de un número-barra-otro número, siendo el primer número el código de la carrera (Letras es el 5, por ejemplo) y el segundo el código propiamente dicho del apunte. Para más detalles lea
aquí )
El apunte entonces, figuraba en cartelera con 22 hojas. Pero, luego de hacer el pedido, al pagar todo (ese apunte y otros más), en vez de costarme $ 5,20, me salió $ 6,30. Me resultó raro pero conté las hojas según el número que en cada carátula dice que hay en ese apunte y la cuenta me dio exactos $ 6,30. Desconfié, siempre desconfío, y conté hoja por hoja. Efectivamente, el apunte que decía en la cartelera que tenía 22 hojas tenía un “HOJAS: 33” en la carátula. Me quejé y me dieron un “vale” por $ 1,10 que era en realidad un papelito de ésos donde una anota qué apunte se va a comprar, USADO –o sea, escrito-, partido por la mitad, firmado y sellado (no sé qué dice el sello, quizá sea una carita de Hello Kitty...) En la mitad sobrante el muchacho me hizo escribir el código del apunte y luego “33 NO, 22!” -donde el “!” lo puse por mi cuenta- para que lo peguen en el estante de ese apunte así dejan de (c/r)ob(r)arle 1,10 a cada alumno que quiere leer a Celan.
Todo eso me sonó a presagio: para cada “1” de las 11 hojas cobradas de más, correspondería un “3” del erróneo 33, con lo cual tendría dos preciosos “13”, casualmente fecha de hoy. O, si lo juntamos con las 22 hojas reales del apunte, dos preciosos "12", ¡fecha de ayer!.
Hoy, como dije, es martes 13, llueve espantosamente y por ahora es un día de mierda a pesar de que yo no creo que los martes 13 sean días especialmente de mierda porque hay jueves 27 que son francamente mucho peores. Pero el hecho es que, si quisiera, podría echarle la culpa a la fecha de tener una día tan desagradable. Sin embargo, un poco porque preví que este día podía ser sufrido, y otro poco porque ayer fue mucho peor, estoy mágicamente llena de paciencia y voy tratando de moderar los efectos de esta archi-conocida maldición con una dosis importante de resignación, trabajo y un pizca de alegría. A la vez, me tomo este instante en el que, creo, la vida está bajo control para sentarme a escribir tranquila y escuchar un disco que me acaba de llegar por correo.
Sobre las desgracias de ayer y de hoy mejor no hablar.
Pero sobre las cosas buenas sí: me acaba de llegar un disco precioso por correo. Arreglé la lámpara del comedor (venía mal y se terminó de romper hoy). La cocina quedó impecable aún después de que la vinieran a
romper un poquito acá, para ver una
cosita...) Leí un poco de
Finnegans Wake y ¡es cierto lo que decían! no se entiende nada. Acaban de encontrar mi tarjeta y me la están por traer a mi casa. Espero que pronto toquen el timbre.
Tardan un poco...
Bueno...